YO… DE MÍ
Nunca fui un buen estudiante. En el instituto fracasé
varias veces. Traté de hacer carrera militar pero
tampoco. Un día, una profesora me dio el mejor
consejo que un adulto, dada mi situación, podía
darme:-Deja el instituto, no lo terminarás nunca… y
vete a la escuela de Artes Aplicadas-.Todo cambió.
Pasé de ser el último y no ver la película, a estar en
la premier. Talla en madera, piedra, forja artística,
dibujo y modelado… Acabada la escuela, trabajé
en un montón de cosas. Un día, salió una exposición
importante. Aposté a colocado y gané. Gané lo justo
para apostar otra vez y zas!, premio. Así hasta hoy.
Hoy me dedico a lo que me gusta. Juego con la
plastilina y me da para vivir con dignidad y pagarme
mis caprichitos de burgués. He expuesto en un buen
montó de sitios. Algunos tristes y oscuros. Otros
alucinantes. Casi siempre he tenido “suerte” y he, al
menos, recuperado lo invertido. La mayoría de las
veces, he ganado. He conocido gente maravillosa y
a sujetos espeluznantes. He visto llorar de emoción
ante una de mis piezas. También he sentido el desprecio
de ser “comprado”. Muchas veces me han
tratado como a un rey. Una vez me tuvieron delante
y no me vieron…En fin, que he expuesto mucho, he
ganado y me han dado algunos premios. No considero
que ninguna de las tres cosas, me haga “un
artista” o que valga más que nadie o que sea mejor.
Una lista de galerías o premios, no me dice nada.
Solo miro la obra. Solo mira la obra. Soy un hombre
afortunado. He podido subir a lo más alto, gozar de
las vistas y sé, a que huele el infierno. Para algunas
cosas ya estoy de vuelta y me puedo permitir “dar
lecciones”, en otras, me dan sopas con honda. No
soy ni más ni menos. Solo hago lo que me gusta.
Roberto Reula
(Madrid 1970)
EN LA SOLEDAD DE MI ESTUDIO
Paso los días contemplando la luz, luz de tarde que
hace temblar a los juncos mecidos por el aire, las
sombras alargadas que al caer la tarde enfrían la
arena blanca y cálida de las dunas, los surcos modelados
por el viento, verdes, amarillos, naranjas azules
y violetas, y el mar, el mar como ultimo plano, pero
infinito, y mas allá el horizonte y el cielo. Cielo de
verano, pequeñas nubes de calor me transportan a
un sentimiento de nostalgia y serenidad, de añoranza
de los veranos de la infancia, y el silencio, solo roto
por el murmullo tenue y armonioso del mar. Todo lo
que encuentro en estos paraísos intento trasmitirlo a
mis lienzos en la soledad de mi estudio lo mas fiel
posible sin añadir ni obviar nada, y así poder hacer
llegar a quien contemple esta exposición la realidad
de un lugar maravilloso, de un paraje natural por el
que tenemos todos que luchar para que no desaparezca,
y compartir con todos vosotros estos sentimientos
y sensaciones que yo vivo con tanta intensidad.
Juan Antonio Domínguez Romero
(Valverde del Camino, 1966)